La competencia y el deporte siempre han ido de la mano, todo sea por los récords, todo sea por romperlos.
No es difícil imaginar que a partir de la naturaleza competitiva con la que los humanos nacemos surgirían las disciplinas deportivas y, con ellas, la forma perfecta de competir. En el deporte, se puede medir uno con personas que, igual que nosotros, buscaban ser los mejores en esa disciplina.
Continuando con este ejercicio mental, me imagino que luego surgió la necesidad de registrar los mejores tiempos, las mayores alturas, las mayores distancias, los atletas más fuertes, en fin, habían surgido los récords.
Mi viaje imaginario por la historia del deporte termina aquí, pero es justo aquí, en los récords, donde comienza el viaje para muchos atletas —si no es que para todos.
Los récords están hechos para romperse
Un refrán muy escuchado en los deportes es “los récords están hechos para romperse”.
Implícitamente, los récords son gasolina para el atleta: una nueva meta a alcanzar, un nuevo reto personal… una razón más para seguir entrenando día con día, hasta lograr alcanzar y superar esos tiempos, si es el caso.
No conozco a ningún deportista que se respete a sí mismo que se conforme con la distancia que recorrió la última vez, o con el tiempo que hizo al recorrerla. Un atleta siempre va por más: la competencia es contra sí mismo. Esos cuentos que nos decían de pequeños que nos trataban de convencer que “lo importante no es ganar, sino competir” son para mi gusto sólo eso: cuentos que nos contaban nuestros papás para evitarnos la frustración de perder.
Un atleta no está conforme sólo con competir, es más, antes que contra cualquier otra persona, un atleta siempre está compitiendo contra sí mismo, contra su mente, contra sus capacidades o contra sus límites, contra el “no puedes” o contra todas esas cosas que lo hacen conformarse.
Los récords están ahí para romperse, de la misma manera que los límites mentales están ahí para superarse, o los problemas para resolverse, y esto no se logra sólo “compitiendo”, se logra con convicción, con empeño y constancia: se logra haciendo un sprint más largo y más rápido cada vez, una lagartija más cada serie, una repetición más cada sesión para llegar cada vez una centésima de segundo más cerca de romper el récord, hasta que se alcanza y supera…
Un atleta está convencido que sólo entonces podrá descansar su mente, su ímpetu: sólo hasta que ese objetivo se haya cumplido. Sólo entonces podrá tomar un momento para alegrarse y congratularse, porque después habrá un nuevo récord qué romper.
El mayor regreso en el marcador
en la historia de la NFL
Una patada histórica en la NFL
Fácilmente podemos traducir esto al futbol americano, donde temporada con temporada, los jugadores entrenan durante la mayor parte del año para jugar la temporada regular, en el caso de la NFL, y los récords que tiempo antes parecían imposibles de superar se ven ahora amenazados, o incluso rotos.
Un buen ejemplo de ello es el récord del gol de campo más largo de la historia: Tom Dempsey, pateador de los Santos de Nueva Orleans, fijó una nueva marca el 8 de noviembre de 1970, cuando faltando sólo dos segundos para que se terminara el partido, pateó el gol de campo de 63 yardas, para que su equipo le arrebatara de las manos aquel partido a los Vaqueros de Dallas. Por cierto, ¿mencioné que Dempsey tenía sólo medio pie?
Éste record permaneció en los libros durante 43 años, aunque fue igualado por Jason Elam (1998, Broncos de Denver), Sebastian Janikowski (2011, Raiders de Oakland) y por David Akers (2012, 49ers de San Francisco), hasta que, el 8 de diciembre del 2013, Matt Prater, de los Broncos de Denver, escribió una nueva página en la historia con un gol de campo de 64 yardas.
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¿Qué nos diferencia de cualquiera de estos jugadores que con sus hazañas pareciera que hasta desafían las leyes de la física? ¿Acaso habrán nacido ellos con alguna característica diferente a la de nosotros que los habilite a llevar a cabo estas proezas?
Creo que lo que sea que tengan diferente está en su mente: su constancia, decisión y ganas de superación no es cuestión de nacimiento. Es un hecho que nuestro cuerpo está diseñado para adaptarse. Es por eso que al guitarrista se le generan callos en los dedos después de algún tiempo de tocar la guitarra, al físicoculturista le crecen los músculos, o las personas ciegas desarrollan más sus otros sentidos.
A final de cuentas, mi conclusión es que esa yarda extra, esa recepción, esa recuperación de balón suelto, ese partido y ese nuevo récord, es sencillamente de quien más lo desea (con todas sus implicaciones) y quien más trabaja por él, ahí tenemos a Dempsey como buen ejemplo de ello.
*Imagen vía Wikpedia por Jeffrey Beall — CC-BY.
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